Tuesday, February 17, 2009

El riesgo de contar

Cuenta una historia y llegarás a lo inesperado, poco a poco se abrirán caminos y rutas secundarias, a veces muy débiles, pero que revelarán que la historia no surgió sola, que siempre hay hilos sueltos que llevan a nuevos descubrimientos. A veces uno puede preguntarse por qué esa anécdota o ese personaje llamó la atención de quien la cuenta. Eso lo revelará el mismo relato, si se lo escucha bien. Porque incluso la historia más remota es un espejo cercano, y quien la cuenta está en su centro.
Nicolás Buenaventura es un cuentero, como a él le gusta llamarse. Y es uno de los mejores. Quizás es menos conocido por su otra forma de contar historias: el cine. Su última obra es el documental El encanto de las imposibilidades, resultado de algo que le había ocurrido en Colombia años atrás. Un día, en Cali, escuchó un disco de un compositor francés, Olivier Messiaen. Se trataba de El cuarteto para el fin de los tiempos. Al comienzo del documental, Buenaventura cuenta su experiencia: “Aquella música era un acontecimiento. Ocurría mientras la escuchaba. Como una bella historia bien contada. Quise saber por qué esa música me producía aquel efecto y descubrí que había sido creada en un campo, en la segunda guerra mundial, por cuatro prisioneros”. En efecto, Messiaen compuso su obra en un campo nazi, en Görlitz, el Stalag VIII-A, y la estrenaron allí mismo el 15 de junio de 1941. Lo interesante es que al contar la historia de su búsqueda, Buenaventura recrea las posibles condiciones que tuvieron los músicos en el campo –un violín con un arco de poca crin, un piano desafinado, un clarinete defectuoso, un violonchelo reseco por el frío. Son aspectos que no podemos saber pero que fueron probables. A quien escucha el Cuarteto de Messiaen lo espera una sorpresa, un misterio que nace, precisamente, de esas limitaciones en las que fue creado, con esa incertidumbre de saber cuándo terminará el suplicio de ser prisionero.
Uno se pregunta si el hecho de contar algo no va más allá de aquello que se cuenta, si la búsqueda de lo que se quiere contar no es una invitación abierta a historias inesperadas que merecen recordarse. En el documental, Buenaventura recopila testimonios de otros prisioneros, hace descubrir a intérpretes contemporáneos las dificultades de haber tocado en el campo, rescata a un oscuro bibliotecario polaco que ocultó a Messiaen en una barraca del Stalag VIII-A. Sin ser músico, Buenaventura nos hace descubrir la fascinación de la música y otra fascinación mayor, la que da título a su documental: el encanto de las imposibilidades.
Probablemente ese sea el destino y la grandeza de todos los relatos: el deseo de entender. A quienes creen poseer la verdad les molesta que se sigan contando historias que resquebrajen esa verdad única y la muestren como una versión. El refrán popular es sabio, dice que el pez muere por la boca. Lo que no dice es que muchos se salvan por lo que ha hecho el pez, a veces sin darse cuenta. Ese es el riesgo de contar. Y de escuchar atentamente el cuento.
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Leonardo Valencia
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El Universo (Ecuador), 17 de febrero de 2009

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