Tuesday, November 25, 2008

El caso Kundera

En una de las mejores novelas de Kazuo Ishiguro, Un artista del mundo flotante, su protagonista, el pintor Ono, realiza una serie de rodeos de conciencia para acercarse al punto más crítico de su vida. Tiene que aceptar que traicionó sus principios artísticos al dedicarse a pintar propaganda política, convertirse en consejero especial de un comité que persigue actividades antipatrióticas contra Japón y, puntualmente, haber delatado a uno de sus alumnos más rebeldes, Kuroda, por rechazar el arte nacionalista y no sacrificar su talento a la propaganda, como lo hizo su maestro. Abocado al fracaso por haber colaborado en llevar a Japón a la Segunda Guerra Mundial, Ono se derrumba, se da cuenta que no tiene obra y que Kuroda es un artista reconocido.
En estas semanas la prensa acoge con cierta fiesta la costumbre de excarvar en el pasado de los escritores. Ahora es Milan Kundera quien se ha visto sujeto a la difamación moral de haber delatado a Miroslav Dvoracek por espiar al gobierno comunista de Praga, lo que acarreó a Dvoracek un largo encarcelamiento. La supuesta delación ha sido desmentida por diferentes testimonios. El documento que inculpa a Kundera puede verse en la página web del Instituto de Estudio de los Regímenes Totalitarios de la República Checa (www.ustrcr.cz/en). En él no consta ninguna firma de Kundera que lo valide. Y no hay más pruebas. Es cierto que, por aquel entonces, Kundera tenía 21 años y había vivido el furor del comunismo. Luego de su desengaño vino el exilio y una serie de obras de primer nivel que criticaban la ceguera del fanatismo totalitario. El caso de Kundera sería el opuesto al de Ono.
Lo ocurrido en el caso Kundera advierte la larga tradición de individuos que se obnubilan por un sistema político de derecha o de izquierda. Situación perversa para los artistas, porque la izquierda y la derecha son idénticas en su vertiente furibunda: siempre persiguen o aislan a los artistas que no se someten al discurso único, e incluso terminan excluyendo a quienes se afiliaron en los comienzos a la demagogia totalitaria.
¿Cómo llegó a incluirse el nombre de Kundera dentro del archivo policial? Probablemente no lo sabremos nunca, pero Kundera sí conoce el mecanismo: en su novela El libro de la risa y el olvido narraba cómo el departamento de propaganda del gobierno de Klement Gottwald modificó los registros de la historia para descartar a los elementos incómodos y acomodar el pasado. En su estudio sobre el arte de la novela, Kundera también habla de los “misomúsicos”. Se refiere a los artistas mediocres que en los regímenes fascistas y comunistas, humillados por las obras de arte que los sobrepasan, se vengan de ellas desde el poder, excluyéndolas y valorando sólo las que defienden su ideología, y disculpando los fallos artísticos de éstas como una circunstancia menor. Eso concluye en el aislamiento o el exilio de los artistas de talento. Pero ese talento, con la fuerza de su discreta fragilidad, es el que incomoda porque es perdurable y es ambiguo y por eso es arte: siembra dudas ante la versión única. Eso es lo que siempre ha hecho Kundera.

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Leonardo Valencia

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El Universo (Ecuador), 25 de noviembre de 2008

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