Wednesday, December 10, 2008

Pareja Diezcanseco como posibilidad

Ha concluido el homenaje a nuestro más versátil novelista del siglo XX: Alfredo Pareja Diezcanseco. Ahora hay que releerlo y dar un paso adelante. Las reediciones estudiantiles, esa extraña forma de supervivencia que tiene la novela ecuatoriana, e incluso los homenajes, no dan vida real a las relecturas. La primera etapa de Pareja –hasta Las tres ratas– ha fijado su perfil de novelista, por no hablar de la utilización por parte del discurso nacionalista de sus libros históricos, especialmente de La hoguera bárbara. No conozco, en cambio, ninguna reedición de su novela La advertencia, editada en Argentina en 1956. Es la que menos me gusta: el énfasis político destroza sus diálogos. Me interesa otro Pareja Diezcanseco. Y aquí es donde quisiera dar una lectura alejada del homenaje incondicional.
He lamentado siempre lo que todos celebran: el giro de Pareja hacia la historia. Lo habría preferido dedicado por completo a la novela, incluso lejos de la generación del 30 –el famoso y crudo retrato de Paul Theroux, al encontrarlo en Quito en medio del furor de Carrión e Icaza contra Borges, lo describe menos apasionado. Quizá esa otra lectura, la de sus textos de historiador, ha marginado, por esa mirada de ansiedad identitaria, libros como su ensayo Thomas Mann y el nuevo humanismo, el más alto del pensamiento novelístico de Ecuador en el siglo XX. Es comprensible: su libro sobre Mann dejaba perplejo al crítico, al profesor y al lector ecuatoriano. ¿Qué tiene que hacer un escritor alemán en un medio como el nuestro? Pareja lo sabía y muy bien: todas sus tensiones como escritor, las que lo llevaron a probar varios registros, se condensan a su manera en los conflictos de Mann. Y es que en literatura ninguna obra o tema, de donde sea que provenga, resulta ajeno o extraño, y de allí la pobreza de los maniqueísmos nacionalistas en cultura. Que un lector ecuatoriano pueda acercarse a la novela del mundo gracias a los escritores de su país es, sin duda, una señal de vigor literario. La escisión de Mann entre la exigencia completa de la obra, su herencia burguesa en el puerto de Lübeck, su madre brasileña y los conflictos políticos que le tocó vivir, Pareja los aborda con lucidez y rigor, acaso porque son su espejo problemático. Pareja venía de la burguesía guayaquileña, había viajado por el mundo desde muy joven, su madre era peruana, y la radicalidad del discurso de denuncia de sus contemporáneos parecía no convencerlo del todo. Basta ver cómo afronta el sentido de la forma en Mann y lo que declara el personaje Santiago Pereda en El aire y los recuerdos.
Puede que las obras realistas de Pareja se hayan fijado demasiado a una época y se hayan quedado allí, pero en Hombres sin tiempo, mi preferida, o en el abandono del realismo en Las pequeñas estaturas y en La Manticora –la menos leída, la más difícil y fracasada, la más estimulante–, y sobre todo en su ensayo sobre Mann, hay caminos que se abren con fuerza y que permiten, desde adentro, quebrar la estatua cómoda y dócil que lo petrifica.
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Leonardo Valencia
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El Universo (Ecuador), 9 de diciembre de 2008

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